



El barrismo social
Los causantes de los disturbios de Cali terminaron entregándose y pidiendo perdón. Foto: AP
¡REPRESIÓN! Ese ha sido el clamor de medios de comunicación y autoridades del deporte contra los episodios de violencia como los que el sábado 8 de marzo, en el estadio Pascual Guerrero de Cali, produjeron más de 80 lesionados.
Y puede que tengan razón. Pero las medidas represivas son paños de agua tibia frente al problema real: la falta de educación y de cultura de una masa crítica de hinchas jóvenes que no tiene otra manera de manifestarse y que encuentran en el fútbol un desfogue a su ansiedad. Al menos eso es lo que piensan los propios líderes de las barras que, agrupados alrededor de la fundación Juan Manuel Bermúdez, vienen trabajando en una idea que ha tenido poco eco pero que, frente a los repetidos fracasos de las autoridades en los estadios, hoy vale la pena tener en cuenta.
Se trata de que ellos mismos desde adentro, organicen proyectos constructivos que aporten a la inclusión social de los miembros de las barras.
La Fundación Juan Manuel Bermúdez lleva el nombre de un joven que perdió la vida en Cisneros, Antioquia, el 19 de mayo de 2002, cuando paramilitares asesinaron a dos integrantes de la barra Disturbio Rojo, en otro episodio fatídico de esta nueva versión de violencia colombiana. A partir de entonces su padre, Luis Bermúdez, ha sacado fuerzas no sólo para crear sino para asesorar a la institución, que hoy dirigen los propios integrantes de las barras en todo el país. La fundación reúne a líderes de 18 de las 23 barras que existen en Colombia, y tiene representantes de Bogotá, Cali, Medellín, Manizales, Armenia, Pasto y Barranquilla, entre otras ciudades.
El proyecto se llama Barrismo social y, según ellos, busca ser una solución mucho más integral que la que propone el programa Goles en paz, que dirige el padre Alirio López en Bogotá. "Goles en paz ha fracasado porque lo que hace es maquillar durante dos horas, que es lo que dura un partido, un problema que se vive todos los días, en cada esquina de cada ciudad -explica Mauricio Alfonso, vocero de la Fundación y ex líder de la barra Disturbio Rojo-. Por eso nosotros queremos ofrecer soluciones no violentas a un asunto que sólo nosotros conocemos desde adentro".
Imitación argentina
Las mal llamadas Barras Bravas nacieron en la década del 90 como una imitación de sus similares argentinas. Copiaron su manera de animar en gavilla al equipo de sus amores con base en saltos y cánticos desde un lugar fijo de la tribuna. Solo la barra Guardia Albirroja Sur, que apoya a Santa Fe, convoca a unos 5.000 miembros, de los cuales 2.000 están carnetizados. Los Comandos Azules, de Millonarios, por su parte, convoca a unos 7.000 asistentes al estadio. Cifras similares se manejan en Medellín con las barras del Medellín y el Atlético Nacional. En general, la Fundación habla de unos 80.000 hinchas que se organizan alrededor de las barras en todo el país. Cada barra está dividida en parches, que representan a los barrios de origen. Pero no todos son unos santos.
"Sabemos que el palo está torcido y lo queremos enderezar -dice Diego Rodríguez, Carachas, líder de la barra Guardia Albirroja Sur de Santa Fe-. Pero el cambio debe ser de todos, empezando porque no queremos que nos llamen barras bravas sino barras populares. Los violentos son sólo unos pocos".
Pocos pero suficientes para causar pánico. El pasado 17 de febrero, después de un partido, un hincha de millonarios terminó muerto de una puñalada en el barrio Galerías, en Bogotá, por otro hincha del mismo equipo, cuando aquel defendió a su hermano, que tenía puesta la camiseta del América de Cali. En octubre de 2007, las barras de Nacional de Bogotá y Medellín se agarraron a puñal regresando de Ibagué. Esto sin hablar de los episodios de mayo y septiembre de 2005, que generaron la muerte a puñal de un hincha santafereño por miembros de su misma barra, y la agresión de un hincha de millonarios por sus propios compañeros de equipo. Sin ir más lejos, el viernes anterior al incidente de Cali, hinchas de Santa Fe cogieron a piedra el bus de Caldas, que había ganado el partido contra los rojos en Bogotá.
"No nos pueden culpar. Las barras son el reflejo del caos en el que anda sumida la juventud. Es un problema social que se expresa en el fútbol, pero que no es del fútbol", comenta Alfonso.
Según los propios barristas, la raíz de la violencia en los estadios hay que buscarla en la exclusión, la marginalidad y la falta de oportunidades de los jóvenes, muchos de los cuales encuentran en el parche el único vehículo de expresión de su identidad. Sin embargo, este parche no suele ser siempre sano. "En todas los parches se ven niños entre los 12 y los 16 años acostumbrados a consumir todo tipo de drogas, desde pegante hasta pepas", admite Luis Bermúdez.
Los parches son también un medio para afianzar la personalidad y expresar la rebeldía típica de la edad. "No podemos ocultar que uno de los mayores detonadores de violencia en el estadio es la rivalidad por el poder entre los mismos compañeros de barra", reconoce el padre Alirio López. En este sentido, la propuesta de "Barrismo social" cae como anillo al dedo. "Si nosotros logramos encausar el sentimiento de un pelado que no cree sino en su parche, hacia algo más positivo, entonces ahí cambiarán las cosas", enfatiza Diego Hilarión, líder de la barra Disturbio Rojo de Bogotá.
Hasta ahora es un sueño, pero que ha arrojado resultados. Para comenzar, la Fundación ha llevado a cabo con éxito dos encuentros de líderes de barras, los cuales reunieron bajo un mismo techo a los rivales más enconados del país. Y en segundo término, las barras han iniciado su propio proceso de depuración. "En estos momentos hay una confrontación entre la barra brava y el barrismo social", afirma Darwin Torres, otro miembro de la Fundación. Y esa depuración incluye a Barón Rojo, que fue la causante de los desórdenes del estadio Pascual Guerrero.
Carachas reconoce que "estamos crudos", mientras que Alfonso no sabe si la estrategia de la intervención social finalmente funcionará. Lo cierto es que la alternativa ha nacido entre la barra, por iniciativa de quienes viven el fútbol desde una pasión distinta al del hincha común. Sólo por eso, el Estado debería tener en cuenta sus propuestas y no pensar únicamente en reprimirlos.
Los causantes de los disturbios de Cali terminaron entregándose y pidiendo perdón. Foto: AP
¡REPRESIÓN! Ese ha sido el clamor de medios de comunicación y autoridades del deporte contra los episodios de violencia como los que el sábado 8 de marzo, en el estadio Pascual Guerrero de Cali, produjeron más de 80 lesionados.
Y puede que tengan razón. Pero las medidas represivas son paños de agua tibia frente al problema real: la falta de educación y de cultura de una masa crítica de hinchas jóvenes que no tiene otra manera de manifestarse y que encuentran en el fútbol un desfogue a su ansiedad. Al menos eso es lo que piensan los propios líderes de las barras que, agrupados alrededor de la fundación Juan Manuel Bermúdez, vienen trabajando en una idea que ha tenido poco eco pero que, frente a los repetidos fracasos de las autoridades en los estadios, hoy vale la pena tener en cuenta.
Se trata de que ellos mismos desde adentro, organicen proyectos constructivos que aporten a la inclusión social de los miembros de las barras.
La Fundación Juan Manuel Bermúdez lleva el nombre de un joven que perdió la vida en Cisneros, Antioquia, el 19 de mayo de 2002, cuando paramilitares asesinaron a dos integrantes de la barra Disturbio Rojo, en otro episodio fatídico de esta nueva versión de violencia colombiana. A partir de entonces su padre, Luis Bermúdez, ha sacado fuerzas no sólo para crear sino para asesorar a la institución, que hoy dirigen los propios integrantes de las barras en todo el país. La fundación reúne a líderes de 18 de las 23 barras que existen en Colombia, y tiene representantes de Bogotá, Cali, Medellín, Manizales, Armenia, Pasto y Barranquilla, entre otras ciudades.
El proyecto se llama Barrismo social y, según ellos, busca ser una solución mucho más integral que la que propone el programa Goles en paz, que dirige el padre Alirio López en Bogotá. "Goles en paz ha fracasado porque lo que hace es maquillar durante dos horas, que es lo que dura un partido, un problema que se vive todos los días, en cada esquina de cada ciudad -explica Mauricio Alfonso, vocero de la Fundación y ex líder de la barra Disturbio Rojo-. Por eso nosotros queremos ofrecer soluciones no violentas a un asunto que sólo nosotros conocemos desde adentro".
Imitación argentina
Las mal llamadas Barras Bravas nacieron en la década del 90 como una imitación de sus similares argentinas. Copiaron su manera de animar en gavilla al equipo de sus amores con base en saltos y cánticos desde un lugar fijo de la tribuna. Solo la barra Guardia Albirroja Sur, que apoya a Santa Fe, convoca a unos 5.000 miembros, de los cuales 2.000 están carnetizados. Los Comandos Azules, de Millonarios, por su parte, convoca a unos 7.000 asistentes al estadio. Cifras similares se manejan en Medellín con las barras del Medellín y el Atlético Nacional. En general, la Fundación habla de unos 80.000 hinchas que se organizan alrededor de las barras en todo el país. Cada barra está dividida en parches, que representan a los barrios de origen. Pero no todos son unos santos.
"Sabemos que el palo está torcido y lo queremos enderezar -dice Diego Rodríguez, Carachas, líder de la barra Guardia Albirroja Sur de Santa Fe-. Pero el cambio debe ser de todos, empezando porque no queremos que nos llamen barras bravas sino barras populares. Los violentos son sólo unos pocos".
Pocos pero suficientes para causar pánico. El pasado 17 de febrero, después de un partido, un hincha de millonarios terminó muerto de una puñalada en el barrio Galerías, en Bogotá, por otro hincha del mismo equipo, cuando aquel defendió a su hermano, que tenía puesta la camiseta del América de Cali. En octubre de 2007, las barras de Nacional de Bogotá y Medellín se agarraron a puñal regresando de Ibagué. Esto sin hablar de los episodios de mayo y septiembre de 2005, que generaron la muerte a puñal de un hincha santafereño por miembros de su misma barra, y la agresión de un hincha de millonarios por sus propios compañeros de equipo. Sin ir más lejos, el viernes anterior al incidente de Cali, hinchas de Santa Fe cogieron a piedra el bus de Caldas, que había ganado el partido contra los rojos en Bogotá.
"No nos pueden culpar. Las barras son el reflejo del caos en el que anda sumida la juventud. Es un problema social que se expresa en el fútbol, pero que no es del fútbol", comenta Alfonso.
Según los propios barristas, la raíz de la violencia en los estadios hay que buscarla en la exclusión, la marginalidad y la falta de oportunidades de los jóvenes, muchos de los cuales encuentran en el parche el único vehículo de expresión de su identidad. Sin embargo, este parche no suele ser siempre sano. "En todas los parches se ven niños entre los 12 y los 16 años acostumbrados a consumir todo tipo de drogas, desde pegante hasta pepas", admite Luis Bermúdez.
Los parches son también un medio para afianzar la personalidad y expresar la rebeldía típica de la edad. "No podemos ocultar que uno de los mayores detonadores de violencia en el estadio es la rivalidad por el poder entre los mismos compañeros de barra", reconoce el padre Alirio López. En este sentido, la propuesta de "Barrismo social" cae como anillo al dedo. "Si nosotros logramos encausar el sentimiento de un pelado que no cree sino en su parche, hacia algo más positivo, entonces ahí cambiarán las cosas", enfatiza Diego Hilarión, líder de la barra Disturbio Rojo de Bogotá.
Hasta ahora es un sueño, pero que ha arrojado resultados. Para comenzar, la Fundación ha llevado a cabo con éxito dos encuentros de líderes de barras, los cuales reunieron bajo un mismo techo a los rivales más enconados del país. Y en segundo término, las barras han iniciado su propio proceso de depuración. "En estos momentos hay una confrontación entre la barra brava y el barrismo social", afirma Darwin Torres, otro miembro de la Fundación. Y esa depuración incluye a Barón Rojo, que fue la causante de los desórdenes del estadio Pascual Guerrero.
Carachas reconoce que "estamos crudos", mientras que Alfonso no sabe si la estrategia de la intervención social finalmente funcionará. Lo cierto es que la alternativa ha nacido entre la barra, por iniciativa de quienes viven el fútbol desde una pasión distinta al del hincha común. Sólo por eso, el Estado debería tener en cuenta sus propuestas y no pensar únicamente en reprimirlos.
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